Este año conmemoramos el centenario del nacimiento de dos grandes representantes de la literatura de ciencia ficción: Isaac Asimov y Ray Bradbury.
Isaac Asimov, divulgador científico y visionario (la convivencia de los humanos y los robots, la alerta sobre el calentamiento global y la lucha por la igualdad de la mujer), acuñó las famosas tres leyes de la robótica que se implantan en el cerebro de los autómatas. De esa forma, cualquier intento de rebeldía no solo produciría un daño definitivo en el cerebro del robot, sino que podría autodestruirse.
Por su parte, Ray Bradbury era un poeta de la ciencia ficción y estaba preocupado por la supervivencia espiritual de la humanidad, ante el materialismo de la sociedad. “No les tengo miedo a las máquinas. No creo que los robots se estén apoderando del mundo. Pienso que los hombres que juegan con juguetes lo han hecho. Y si no les quitamos los juguetes de las manos, somos unos tontos”.
Nadie duda hoy de que convivimos con robots. Es cierto que no los llamamos así ya que tienen nombres propios: Siri, Thermomix, Alexa, Roomba, etc. En este horizonte de impulso de la inteligencia artificial (IA) hay dos peligros primordiales: que, a través del llamado machine learning, se nos vaya de las manos y perdamos la capacidad de controlarla, y que esos robots fabricaran otros cuyo funcionamiento fuera incomprensible, incluso, para los especialistas.
La IA no deja de ser una herramienta y, como tal, se puede usar tanto para el bien como para el mal. Las tecnologías de ciberseguridad la utilizan para tratar de anticiparse a los cibercriminales. Por el contrario, los piratas informáticos para sus maliciosos objetivos.
Hoy nos gustaría confirmar que las personas que están desarrollando la IA están aplicando las leyes promulgadas por Asimov o teniendo en cuenta las reservas de Bradbury. Es decir, si están teniendo en cuenta las preocupaciones que tuvieron estos visionarios frente al posible mal uso de la tecnología.
Los expertos consideran que las inteligencias artificiales desarrolladas son aún muy simples para que puedan incluir estas leyes en sus cerebros o en sus tareas, pero aún estamos a tiempo de construir bien los cimientos e implantar la ética y la filosofía en la IA.
La Comisión Europea está trabajando en el marco jurídico que normalice la convivencia entre los humanos y la IA. Con la premisa de encontrar el equilibrio entre el desarrollo tecnológico y la protección de los derechos fundamentales, se regularán aspectos tales como la seguridad y la fiabilidad de los algoritmos o la utilización de técnicas invasivas como el reconocimiento facial.
Hagamos que la inteligencia artificial nos entienda.