En los albores del año 2022, que la Cloud ha llegado para revolucionar las tecnologías de la información tal como las conocíamos es algo que nadie discute ya.
La Cloud nos ha traído un modo distinto de consumir, gestionar y utilizar tecnología. La Cloud como paradigma pone en nuestras manos la elasticidad y flexibilidad que hace que nuestras necesidades tecnológicas se puedan adaptar como un guante a nuestras necesidades de negocio, que es, a fin de cuentas, a quien ha de servir la tecnología.
Y cuando hablo de la Cloud no estoy hablando únicamente de los hiperescalares, hablo de consumir toda nuestra tecnología con el paradigma de flexibilidad e inmediatez que define la Cloud, en cualquiera de las formas que la estemos desplegando: hiperescalares, sistemas “on-premise”, “colocators”, o cualquier otra forma.
Los entornos que podemos considerar Cloud se caracterizan por un uso mayoritario de elementos virtualizados que permiten una gestión muy eficiente. Una gestión que tiene que tender a ser completamente automatizada e industrializada.
La gestión de infraestructuras Cloud tiene que estar necesariamente guiada por la automatización completa de las operaciones: Nadie que quiera aprovechar todas las facilidades que nos brinda el paradigma Cloud provisiona una nueva instancia en la nube pública conectándose a una consola web, rellenando un formulario donde indicamos el nombre del nuevo sistema y sus características y a la que añadimos un volumen creado de la misma manera los interfaces de red que estarán conectados a una red creada también del mismo modo.
La gestión de infraestructura Cloud es algo diferente: para hacer la operación que se ha comentado, se tendrán módulos de operaciones automatizadas que definirán el estado de la infraestructura a ser creada, ficheros como código que se aplicarán con herramientas como Ansible o Terraform contra las APIs ofrecidas por la infraestructura Cloud y que provisionarán una infraestructura compleja —hablamos de, quizá, decenas o centenas de equipos—, con todas sus características —software, configuraciones, usuarios, etcétera— listas para ser usadas y prácticamente sin intervención humana.
Iremos más allá: un cambio podrá ser realizado por el mismo método, cambiando los ficheros de definición y reaplicándolos. Esto nos llevará a una gestión de día 2 mucho más eficiente y libre de fallos humanos, pero principalmente inmediata y consumible adaptándose a la demanda del negocio.
Y eso tendría que extenderse a aspectos como la monitorización, donde, por ejemplo, una revisión de logs manual debería dejar de ocupar tiempo y recursos, y ser sustituida por sistemas de consolidación y filtrado, alertas y paneles globales, que nos permitan un conocimiento global de nuestra infraestructura de un vistazo.
Nadie debería contemplar, en un entorno consumido como Cloud, las operaciones manuales y repetitivas y será esto lo que nos haga aprovecharnos completamente de todas las características que este paradigma nos ofrece.