Hasta hace no mucho tiempo, cuando pensábamos en la mejora y la planificación de una metrópolis, solíamos pensar en modificaciones en su infraestructura. Pero en realidad, una ciudad es mucho más que todo esto, una ciudad es su gente y sus necesidades y costumbres que, como hemos visto desde el inicio de la pandemia, cambian constantemente y sin apenas darnos cuenta.
Bajo este paraguas surgió el concepto de Smart City, es decir, aquellas que hacen uso eficiente de sus recursos a través de la generación y el análisis de los datos que se van generando dentro de la ciudad. Para ello, se nutren de dichas infraestructuras, pero también de las energías renovables, del capital humano y de las nuevas tecnologías, nacidas para solucionar nuestros problemas cotidianos y mejorar la calidad de vida de las personas. Y si hay un ejemplo en las ciudades que aúna todo este tipo de características es, sin duda alguna, el vehículo conectado.
Las Smart Cities ofrecen un potencial prometedor a través de la movilidad inteligente para manejar la creciente movilidad urbana, por lo que, teniendo en cuenta que tener un vehículo se ha convertido en más que un capricho, en una necesidad, fomentar este tipo de coches más sostenibles, conectados y autónomos, mejorará la calidad de vida de todos aquellos que vivan en las grandes ciudades.
Pero para que prosperen en este nuevo paradigma, es de vital importancia que las metrópolis cuenten con una infraestructura de TI robusta, resiliente y segura. El coche conectado hoy en día ya es un gran ejemplo de producto conectado a la red digital y en las principales ciudades ya existe una gama de servicios que, por ejemplo, se pueden localizar a través de la aplicación (carsharing, VTC, etc.). Una situación que no ha hecho más que empezar, teniendo en cuenta que según el último informe de Zion Market Research, el mercado global del IoT para Smart Cities crecerá una tasa promedio de 22,6% hasta alcanzar los 330.100 millones de dólares en 2025.
Es por eso que es preciso contar con un ecosistema eficiente y cerrado de interconexión directa, que garantice que los datos de los coches conectados se puedan compartir de forma rápida y segura. Si esta infraestructura no es la correcta, las bajas latencias podrían convertirse en un factor crítico de seguridad. Y es que, un coche que no cuente con una buena conexión en red con los proveedores a través de un punto de intercambio de Internet, puede empeorar la latencia y, por lo tanto, la estabilidad y el tiempo de respuesta de conexión con el coche.
En este sentido, España va por el buen camino. En los últimos cinco años se ha convertido en el hub digital más importante del sur de Europa, gracias a su localización geográfica y al despliegue de cables submarinos, múltiples centros de datos y puntos de interconexión. Es por eso que, aunque por el momento el número de vehículos conectados sea aún bajo, solo un 20% en la actualidad según un estudio de Ganvam y Movistar, gracias a la baja latencia que ofrecen los puntos de interconexión, el coche 100% conectado será realidad antes de lo que imaginamos.