Llevamos ya casi dos décadas conviviendo con el concepto del internet de las cosas o IoT (Internet Of Things). Se trata de la interconexión digital de los objetos cotidianos, que progresa a pasos agigantados, en gran medida, gracias a la capacidad de comunicación entre los distintos dispositivos o sensores que tenemos a nuestro alrededor en nuestras casas, nuestros coches y fábricas, incluso en aquéllos que llevamos con nosotros.
No sirve de nada tener un objeto que mide distintos estados, o recopila mucha información, si esos datos permanecen estáticos y no pueden ser transmitidos o analizados. Aquí es donde cobra especial relevancia la capacidad y la velocidad de conexión, la latencia, la seguridad entre los dispositivos para transmitir toda esa información en tiempo real (o diferido) a un centro de datos o a una persona con la capacidad de evaluarla y analizarla para la toma de decisiones o la emisión de alertas. También es decisiva la capacidad del objeto de ser punto de entrada para otro objeto conectado que transforme ese dato y/o lo alimente con nueva información, para a su vez volver a transmitirla.
En los inicios del IoT, la interconexión de los objetos se realizaba por radiofrecuencia mediante etiquetas pasivas o activas de baja potencia. Desde entonces, la evolución de los mecanismos de transmisión inalámbrica como el Wifi, las redes móviles o el Bluetooth, ha hecho posible la transformación de distintos tipos de dispositivos, en especial la de aquéllos que forman parte de nuestro entorno más cercano. La mayor velocidad de transmisión y seguridad de los dispositivos conectados permitirá que sean más efectivos, consuman menos energía y que sean más seguros y rápidos.
Se cree que el 5G dará un impulso exponencial a la tecnología basada en los IoT. El 5G tiene una capacidad de transmisión de entre 10 y 100 veces más rápida que el 4G, lo que permitirá la gran evolución de los objetos conectados a internet, con lo que se espera que entre el 2020 y el 2025, se avance, entre otras, en las Smart Cities con semáforos conectados a los coches o los coches conectados entre sí. Será una realidad, pudiendo incluso dar un impulso real a la conducción autónoma. Además, el aumento en la velocidad de conexión propiciará hacia 2025 un crecimiento del número de dispositivos IoT hasta superar los 50 billones de objetos conectados. La mayor ventaja que se espera del 5G es que los objetos puedan conectarse entre sí sin necesidad de una conexión a internet, consiguiendo así una comunicación más rápida y efectiva. Prácticamente cualquier sector puede verse beneficiado directa o indirectamente gracias a la evolución de los IoT, incluso la Industria 4.0 con las Smart Factories y el uso de estas nuevas tecnologías.
El panorama que se presenta en los próximos 10 años es muy alentador. La alta velocidad y la baja latencia de la conexión 5G, unidas a la tecnología blockchain (susceptible de utilizarse en todo aquello que esté conectado entre sí y que requiera de una comunicación segura), hará que tengamos a nuestra disposición un entramado de dispositivos que nos permita sentir nuestro entorno de una forma distinta: miles de sensores a nuestro alrededor conectados con nosotros de forma segura y rápida; la capacidad de amplificar nuestros sentidos de una forma que nunca hubiésemos imaginado. Viviremos el mayor cambio experimentado por el hombre en lo que se refiere a su interacción con el entorno. Habitaremos en un nuevo escenario de datos entrelazados, de realidad aumentada gracias a la toma de decisiones automáticas y a la incipiente inteligencia artificial. Un horizonte no tan lejano que podemos tocar ya con la punta de los dedos.