«Cada día se imponen más proyectos de IA en todas las organizaciones. Los propósitos son muy diversos: analíticas de negocio, prevención de amenazas, sistemas expertos, etc.
La base sobre la que se fundamentan muchos de estos proyectos son complejos sistemas derivados de redes neuronales (como los LLM) que manejan miles de millones de parámetros capaces de ajustarse automáticamente para realizar tareas diversas, como el procesamiento de lenguaje natural, la detección de patrones con gran precisión, etc. Como es de imaginar, dichos sistemas requieren de gran capacidad de proceso y de un volumen o corpus de datos extraordinario para nutrir a dichas redes de información valiosa en las fases de entrenamiento con las que poder aprender a generalizar en la materia a la que se dedique el sistema.
Dicho lo cual, la nube provee de entornos ideales para montar dichos sistemas, dado que provee de capacidad de computo y almacenamiento prácticamente ilimitadas y escalables horizontalmente, modelos de consumo basados en diferentes criterios como el tiempo de uso o el número de GPU (lo que facilita hacer frente a escenarios dinámicos y adaptar económicamente el sistema a los patrones de uso) y numerosos servicios de valor añadido. Sin embargo, se hace necesario revisar cuidadosamente el alcance de los compromisos adquiridos por los proveedores de servicios en la nube, para garantizar la confidencialidad, integridad y disponibilidad de la información, así como el cumplimiento normativo, la interoperabilidad o independencia respecto al proveedor.
Moverse a la nube es importante para aprovecharse de los modernos sistemas de aprendizaje automático e inteligencia artificial, siempre de la mano de los mejores proveedores y siguiendo una estrategia corporativa coherente y razonada para hacer frente a los retos futuros.»